miércoles, 10 de agosto de 2011

Regresando a Lima desde el Perú profundo

Hace unos doce años que no iba a Huari, la ciudad natal de mi abuela. Y realmente ha sido un reencuentro con miles de sensaciones olvidadas...
Lo más sorprendente creo, ha sido la gente. Ciertamente, hay muchísima pobreza, mucho descuido, mucho abandono y cero presencia estatal. Y sin embargo, aunque no faltan los vivos que te detienen en el camino y te piden monedas (un sol nomás señorita) por echarle tierra a un hoy que probablemente abrieron ellos mismos, hay cientos de señoras sonrientes, que te sirven la comida con una gran sonrisa, te engríen, te preguntan de dónde vienes y te escuchan y te cuentan sus historias.
Anoche charlaba por teléfono con un amigo que anda viajando por Cerro de Pasco. Yo inocentemente pregunto, y hay buses en el pueblo donde vas? Y él me contesta algo así como "tú que crees, es una ciudad, hay buses, gente, casas". Pero mi pregunta iba porque en mi viaje ví gente viajando en camiones, en mulos, a pie. Y sobre todo a pie, kilómetros de kilómetros!!!
Ancash tiene un canon minero supongo yo, muy generoso. Pero las carreteras de adentro, no la de Huaraz (que es preciosa, carretera de verdad), son espantosas, llenas de cráteres lunares. Y supongo que cuando llueve deben ser intransitables. Pero donde pasas y ves un super moderno centro de salud o una piscigranja con buena tecnología, donde voltees...el logo de Antamina.
Y entonces, no puedo menos de preguntarme...¿dónde va la plata del canon? ¿Por qué tanta pobreza, tantos peques desnutridos, tantos viejos doblados a la mitad cargando kilos de leña, alfalfa? Porqué tantas casitas miserables, chozitas en el cerro...
Algo está muy mal en nuestro país, que permite que los niños se mueran en medio de paisajes impresionantes. Con tanta comida a la mano. Pero muy mal distribuida.

En fin, espero que ver estas cosas sensibilicen a mis hijos y les permitan trabajar de verdad por hacer algo mejor en su país.

Y a mí también.




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